Elogio de una vida imperfecta.
En 1993 a Philip Simmons le diagnosticaron la enfermedad de Lou Gehrig, una
afección neuromuscular degenerativa que suele ser mortal. Joven marido, padre,
y con una prometedora carrera literaria, tuvo que dejarlo todo para enfrentarse
a su propia muerte. Nueve años más tarde, confinado en una silla de ruedas y
con dificultades para hablar, nos demuestra, contra cualquier pronóstico, que
ha triunfado en el aprendizaje del arte de vivir.